jueves, 29 de agosto de 2013

Pablo Hermoso, sin suerte en Cuéllar; desde 1995 no había salido por su propio pie






LUEGO de una ausencia de un año de la plaza de toros de Cuéllar, el navarro volvía a la tierra de los encierros más antiguos del mundo. Un encierro que, como suele suceder, se convierte en protagonista indirecto del festejo de la tarde, porque marca y mucho el comportamiento de los toros, o por lo menos de la mayoría, durante la lidia. El ejemplo más claro fue el primer toro de la corrida. El astado de menos presencia y que por la mañana fue el auténtico protagonista del encierro, sembrando el pánico en el recorrido e incluso infringiendo dos graves cornadas a una joven. Tras un accidentado recorrido, que incluso hizo que tuviera que entrar en chiqueros enlazado de una soga, lo mejor por el bien del espectáculo hubiera sido retirar al toro de la corrida, y en un principio así se acordó. Pero la autoridad entendió que el público quería ver a ese toro en el ruedo y decidió incluirlo. No hubo sorpresas, y al toro, incluso para salir de chiqueros le costó, pero luego en el ruedo, apenas unas carreritas de dos metros. No podía más.

Pablo, debido a los fallos con el acero abandonó por segunda vez en su carrera a pie la plaza de toros de Cuéllar. La última vez que esto sucedió fue en 1995 y desde entonces nueve puertas grandes jalonan un palmarés de once actuaciones.

Cuéllar, Segovia, tres cuarto de entrada. Pablo Hermoso de Mendoza, silencio y silencio; Álvaro Montes, silencio y oreja; Manuel Moreno, silencio tras aviso y silencio tras tres avisos. Toros de Luis Terrón.

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