jueves, 31 de octubre de 2013

Morante y Perera, dos conceptos en la cumbre de 2013

El diestro Morante de la Puebla durante la Feria de San Lucas de Jaén. EFE



ZABALA DE LA SERNA
La temporada taurina de 2013 se recordará a golpe de faena de Morante de la Puebla, sellos distintos e inolvidables que marcaron con la torería de su personalidad ferias y ferias, muchas para el concepto de "torero artista" en que se encasilla a Morante. Incluso en Logroño, tan lejos de la calidez de las tierras cálidas. Aquella tarde de San Mateo con Miguel Ángel Perera resumió el año. Perera respondió con esa pulida rotundidad conquistada, el magnífico equilibrio que ha forjado entre la contundencia y el temple, a una obra morantista que hubiera achicado a muchos.

De Miguel Ángel de Extremadura se rememora el todo, el "temporadón" que se quedó en el umbral de la Puerta Grande por San Isidro y la Puerta del Príncipe por San Miguel. Y de José Antonio de la Puebla se desgranan los versos, la faena de Fallas, la faena descalza de Santander, el rabo de Córdoba, la perfección de Pontevedra y el capote inspirado y una media verónica soñada de Sevilla entre otras muchas cosas. De lo que te acuerdas, o sea.

En plena confianza de la inspiración, una cornada le reventó el muslo a Morante el 10 de agosto en Huesca y Enrique Ponce se quedó solo con seis toros. De la tarde salió Ponce con las claves sicológicas rejuvenecidas y emergió un agosto más el Minotauro de Chiva. En su temporada 24 de alternativa, el mes más duro para los toreros, con permiso de septiembre, llevó desde entonces su nombre en volandas. Y otra vez tuvo que ser Bilbao la cima rendida. Ponce y Bilbao, un dúo para la historia. Y de nuevo Málaga y la mítica Linares.

Precisamente Vista Alegre siempre ha sido fuerte reivindicativo de El Juli. Y volvió a serlo en un año duro que se torció con un accidente de tráfico todavía en invierno que afortunadamente únicamente se saldó con el torero herido -viajaba con su mujer y sus hijos de un año- y que volvió a golpear a Julián con una grave cornada que se complicó en Sevilla. Allí días antes se había fraguado la tarde más importante de Juli: el Domingo de Resurrección desembocó en una inapelable Puerta del Príncipe.
Pero, tras el percance y la larga convalecencia, la frescura se perdió, que no la regularidad ni la ambición de figura. Una ambición tensionada que ha ido derivando hacia unas forzadas formas de torear que olvidan los mínimos cánones estéticos en pos de la profundidad. Eso dicen.

La temporada de José María Manzanares se ha alejado mucho de la que en 2011 cautivó

La temporada de José María Manzanares se ha alejado mucho del mejor Manzanares que en 2011 cautivó y puso a todo el mundo de acuerdo. El fracaso de los seis toros de Sevilla pesó si no venía ya pesando antes. La última y mágica tarde de Nimes, con el año vencido y en su crepúsculo, pasó como redentora. Mucho que redimir para hacerlo en una sola fecha. Alejandro Talavante fue el otro torero de la élite que se atragantó con seis toros, seis de victorino, en Madrid. Respondió su año a su irregular personalidad. De su cuarta Puerta Grande venteña a cantarle a un toro en Mérida con TVE por testigo pasando por faenas de mucha velocidad y volatilidad.

Sebastián Castella se ha asido a su elegante evolución con la mano izquierda como argumento para tratar de mantenerse en una posición que a principios de año debió arreglar. Año que han echado magníficamente Antonio Ferrera e Iván Fandiño como aspirante a un sitio en la cúpula del escalafón. El planteamientobde Otoño en Madrid no puede ni debe hacer olvidar una temporada mayúscula con las cimas de San Isidro -tributo pagado con sangre-, Pamplona o Bilbao. Ahí es nada.

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