martes, 28 de octubre de 2014

Manzanares, maestro de maestros



Carta del torero Enrique Ponce al maestro José Maria Manzanares


La muerte del maestro Manzanares ha sido un auténtico mazazo, además de por lo inesperado porque era un gran amigo y para mí, mi referente como torero, durante toda mi vida. Tuve el privilegio de contar con su auténtica amistad y él siempre me decía que yo era como un hijo para él, por lo que he sentido su pérdida desde lo más profundo de mi corazón.

Para mí, el maestro era una fuente donde beber e inspirarme. El mejor espejo en el que se podía mirar un torero, de hecho ha sido un auténtico torero de toreros. Se me agolpan ahora, en este momento triste, muchos recuerdos suyos, de cuando hemos toreado juntos y de las muchas vivencias y momentos que hemos compartido, hablando de toros y de la vida.

Afortunadamente tengo muchos recuerdos, como el de la primera vez que toreamos juntos, que fue en Nimes en el año 1991, con una corrida de Guardiola, o los muchos mano a mano en los que alternamos. En América también coincidimos muchas tardes y me dio lecciones imborrables como torero y como persona. Hemos compartido charlas de toros en el campo que ahora me llenan de una profunda nostalgia, ¡daba gusto hablar de toros con él! Siempre me decía: "Enrique, me gusta hablar de toros contigo porque hablamos el mismo idioma"

Como torero, ha sido referente para toda nuestra generación, para todos los que le hemos visto y hemos compartido cartel con él. Manzanares es de los toreros más grandes de la historia. Su concepto e interpretación del toreo era tan puro como el de su alma. Un torero completo con una forma única, natural e innata de interpretar el toreo. Un maestro de grandísima personalidad y de una naturalidad impresionante a la hora de hacer el toreo. Era la versión más artística de lo que es el toreo.

Suyo fue el elogio más bonito que me han dicho como torero, sobre todo viniendo de un Grande como lo era él. Una vez me dijo: “Si alguna vez tengo un hijo torero, querría que fuera como tú”. Y lo que son las cosas, tuvo un hijo torero, José Mari, del cual siempre se sintió muy orgulloso, y con un concepto muy similar al mío.

Desde aquí, mi más sentido pésame a toda su familia. Desde estas líneas, escritas con un intenso dolor, quiero mostrar así también, mi más profundo respeto y admiración a quien fuera mi maestro y mi gran amigo.

Descanse en paz, MAESTRO DE MAESTROS.

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