martes, 27 de enero de 2015

¿Qué es el temple y qué significa «cargar la suerte»?

Emplear un término u otro encierra, por supuesto, una filosofía, una valoración. No es lo mismo decir que ETA es «un grupo terrorista» o «un ejército de liberación»; decir España, simple y rotundamente, o sustituirlo por «en este país», «el Estado central» o «Madrit»; decir el «nacionalismo catalán» o el «separatismo»...
Lo mismo sucede con los términos taurinos, claro está. El que sigue la Tauromaquia clásica habla de «parar, templar y mandar», de «cargar la suerte», de la «casta brava», de «lidiar». Leer estos términos ya me predispone a favor, aunque su significado sea discutible.

El «temple» consiste en acomodar el movimiento de los engaños a la velocidad del toro, a lo largo de toda la embestida. Si se mueven demasiado rápidos, el diestro no manda y queda al descubierto, con el riesgo que eso implica; si van demasiado lentos, el toro tropezará las telas, desluciendo el remate del pase y aprendiendo.

La lentitud

No coincide exactamente con la lentitud pero el ideal consiste en ir acomodando la embestida, para torear más despacito. Define Corrochano: «Se templan las cuerdas de una guitarra para buscar la armonía; se templa el toreo, esto es, se busca la armonía del movimiento del toro que acomete y del movimiento del torero que torea... Para torear hace falta temple».

«Cargar la suerte» coincide con la expresión popular «echar la pata “p’alante”». Precisa Domingo Ortega, en su conferencia del Ateneo: «Con el compás abierto, el torero alarga pero no profundiza; la profundidad la toma el torero cuando la pierna avanza hacia el frente, no hacia el costado».

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