domingo, 29 de marzo de 2015

LAS NOSTALGIAS LAS CARGA EL DIABLO

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Crónica de C.R.V.
Cuando el crepúsculo de la desaparición se hace irreversible, nos aferramos a la nostalgia. Y de ella tratamos de sacar la magia de la ilusión. O el razonamiento perverso de la demagogia. Pero no conozco ninguna falsa ilusión que cree un sentimiento verdadero. Desconozco qué demagogia llegó a parir una realidad. Hubo una peregrinación masiva al reclamo de esta suma posible: del toro/toro, de la emoción, de la lidia. De lo que que no quieren las figuras de papel. Una evidencia abofeteó a la nostalgia y la realidad fue un zarandeo absoluto. Una ausencia de bravura, y de raza, y de fuerza, y de casta mala o buena tan palmaria dejó en soledad a la nostalgia, dio la espalda a la ilusión y dejo en vergüenza solitaria a la demagogia.

Sucede que, como alguien ha de pagar la factura de la ira o del desencanto, el final de protestas y algunas almohadillas para Fandiño, se antoja excesivo. La bravura o la mansedumbre no las crea el torero sino las ganaderías. Y el tiempo. Y la evolución. A la sombra de una parra, el historial de reloj detenido se queda en historial y nadie torea a la historia. Uno, a uno, precioso y hondo el de Partido de Resina (bueno pero fondo ni fuerza) , fino, degollado y armónico el de Adolfo (el mejor en la muleta), serio y bajo el de Cebada (sin raza ni movilidad), fino de cabos, piel y pitones el de Escolar (desfondado tras varas de bravo), gafado uno justo de Victorino (sustituido por uno en tipo de Adolfo). Puso el postre uno feo y sin sentido el sexto de Palha, su pésimo gusto en lo físico y su comportamiento sin lidia posible terminaron de despeñar demagogias, ilusiones, nostalgias y parte del público (otra aplaudió) mandó el coste de la tarde, IVA incluido, al toreo.

Fandiño logro un éxito de concurrencia. Inapelable. Luego la tarde le dio la espalda. Y mató la corrida como de memoria. Es decir, tan sobrado como alejado de la grada en muchos momentos. Unas veces, casi siempre, porque era imposible otra cosa que estar delante de memoria ante la ausencia absoluta de emoción, de bravura, de raza. Otras, porque el torero empatizó  a veces con esa ausencia de importancia.  Él se la quitó muchas veces, tantas que asomaron instantes de no lucidez. Y como la tarde era de dinamita, al no haberla, tras el arrastre del tercero, parte del público comenzó a culpabilizar al ruedo. Es decir, a uno que estaba sólo. Porque el primer capítulo, con un toro precioso y serio de PR, muy cuidado por su ausencia de fuerza y fondo, llegó a correr bien la mano cerca de tablas.  

Siendo un toro sin posibilidad de triunfo, lo pasó correcto, el tiempo justo, la espada deficiente. Ese toro fue de lo mejorcito. Porque la tarde escribió un guión de negativa del éxito. Y ante esa realidad, el oficio, la capacidad, es asunto que pocos agradecen. En su haber, mantener la fortaleza en tarde de desolación. En su debe, ese gesto, incluso teatral si fuera necesario, que indicara una moneda al aire. Sin remonte posible, en el segundo hubo atisbos de reanimación. Toreó cerrado y con el toro apretando en el saludo capoteo, galleo al llevarlo al caballo y mando cuidar su humillada embestida, pues amagó durar poco. Muy en la distancia en la primera tanda, con la mano derecha, hubo más inercia que realidad de embestidas y el toro se fue apagando en una faena de claroscuros, buen trazo en algunos muletazos, otros no tanto. Rectificando además distancias y cites, pues al toro hubo de llegarle cada vez más hasta terminar de plomo.

El tercero tiene la historia de una desolación vulgar pues el de Cebada, sin ínfulas en el caballo, de andar feo de salida, se le vino por dentro casi siempre en la muleta, más por el pitón derecho. Ahí la tarde consumía la mitad de lo esperado, con un repunte en el cuarto, toro fino de cabos y piel y mazorca y pitones de Escolar. Otra vez lances apretados en tablas antes de que el tercio de varas, con un segundo puyazo en la larga distancia, les recordó a muchos lo que ventana ver. La ovación al picador compitió sólo con la que le dieron a los Florito Boys Bueyes al meter para adentro en un suspiro al toro de Victorino, al ser devuelto por lesionado. Y fue en ese toro, de Escolar, donde los que no ilusionan sino que ejercen demagogia, marcaron a Fandiño con una cruz. Se vino el toro por dentro y midió por el pitón derecho, apenas humilló y se dejó mas por el izquierdo, pero duro un suspiro. 

Con el sobrero de Adolfo, poca historia pues el toro, que no lo hizo mal de ralida, repuso mucho cobre las manos y perdió pronto la viveza que aùntó de salida. Sólo el mal gusto ampara la presencia del sexto, Palha que sustituyó a otro anunciado, de caras y cuerpo por arriba, bravo en varas si ir al caballo es certificado de bravura, y manso y malo si estar avisado y ser de cuidado en la muleta es la otra medida válida. Fandiño se lo quitó de en medio sin hacer ostentación de aquí mando yo. Y, al final, en especulación permitida, los de la ilusión aplaudieron y los de la demagogia abroncaron . Lo que son las cosas, unos y otros le había sacado a saludar tras romper el paseíllo. Pero las nostalgias las carga el diablo.

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