miércoles, 22 de abril de 2015

FERIA DE ABRIL: Valiente pelea de José Garrido en su alternativa


Mil trabas le había puesto el destino a José Garrido para tomar la alternativa. Y todavía le esperaban más en la lidia. Ninguneado en su tierra de Olivenza y reventada la posibilidad en Valencia, finalmente Sevilla acogió en su seno al novillero de mayor proyección y bagaje de 2014. La guasa del destino le colocó por delante en el ruedo a un toro de Parladé manso y parado como un marmolillo y en los tendidos a una tropa que protestó incansable hasta rendir a la presidencia. No se le apreció al juampedro nada más allá de la quietud pétrea, el paso frenado y una coz que lo definió. Devolución tan ininteligible como las protestas.
 
Fracasó la muletilla de «será para bien» (de Garrido, se suponía). Pero el sobrero de Juan Pedro, un cinqueño de movimientos desordenados y presencia infantil, no arregló nada con su fragilidad prendida de alfileres. Otra vez José Garrido desplegó un discurso firme a la verónica, rematado con las dos rodillas por tierra. Aquella movilidad informal y rebrincada conllevó el daño de la mano derecha al poco de convertirse en matador el extremeño con las bendiciones de Enrique Ponce. Soltó la cara el torete hasta pararse en las aspiraciones de JG.

Castella pinchó una suave y elegante faena en el ecuador de las eternas tres horas de corrida
La mala suerte de Ponce en la Maestranza se extiende en la misma proporción de alternativas que ha concedido: una inmensidad. Un acapachado y corpulento parladé se paró sin terminar nunca ni de humillar ni de romper una sola vez. Un par de parones en mitad de la suerte anunciaron su pronto final, y apenas quedó un cambio de mano para recordar. 

Sebastián Castella sonrió a su sempiterna losa sevillana con elegancia para caligrafiar una elegante faena. Trató con temple de seda a un juampedro de Parladé engatillado, montadito y bueno en su media altura. Castella se centró sobre la mano derecha con despaciosidad y el eco con el que pocas veces ha contado en esta plaza. Para cuando se arrancó la música, la faena tocaba a su fin. SC ordenó al maestro parar y apuró una obra que ya estaba en las valerosas distancias cortas. Por cómo respiraba el personal se presentía el trofeo. Pero Castella entró a matar sin marcar los tiempos, de extraño y periférico modo, como si hubiera perdido el 'swing'. Una ovación reconoció su temple.
Cuando devolvieron el cuarto por su derrengada condición, Ponce hacía honor a su gafada fama sevillana. El acaballado mulo de El Pilar vino a potenciarla. Sólo el amor propio y la afición irreductible de este tipo son capaces de hacer embestir a bestias del Arca de Noé, que no embarcó al toro de lidia. Como ayer los veedores. La fe poncista se alargó incluso demasiado, hasta oír un aviso cuando se perfilaba.
 
A las nueve de la noche, Sebastián Castella se clavaba como la aguja de un reloj de sol bajo las luces anaranjadas de la Maestranza. De lejos se vino el alto quinto en un par de pases cambiados en los que no pestañeó un músculo. Desde su difícil morfología quería humillar el toro de Parladé... Se rajó pronto para desilusión de quienes pensaban que sus bravuconas acometidas -qué bien Chacón toda la tarde- al peto se traducirían por bravura: casi entero se paseó Castella el ruedo en su persecución.
 

La función se hacía a estas horas interminable. Derribó el último con la divisa de Juan Pedro al buscarle las vueltas al caballo. Más bajo el concentrado toro para llevarle la contraria a una corrida mejorable de hechuras. Temperamental y repetidor. Tanto, que reponía sin irse de la muleta de un firme José Garrido. Difícil la papeleta para el toricantano ante unas arrancadas tan de público. Para colmo le desarmó con la izquierda. Nervuda y por dentro la geniuda embestida siempre encima; valiente Garrido de veras. Un toma y daca la pelea. Hasta las manoletinas finales el ¡ay! Metió la mano con la espada. Desprendida y mortal. La petición no cuajó. Vuelta al ruedo en justicia y tres eternas horas de festejo...

FICHA DEL FESTEJO

  • Plaza de toros de la Maestranza. Miércoles, 22 de abril de 2015. Octava de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Parladé y dos de Juan Pedro Domecq, un sobrero cinqueño (1º bis), chico y de movilidad descompuesta y el 6º temperamental, geniudo y reponedor; de diferentes hechuras y seriedades, cuesta arriba en general; noble sin terminar de humillar el 3º; manso y parado el 2º; bravucón y rajado el altón 5º; otro sobrero (4º bis) de El Pilar, un mulo acaballado que andaba por el palillo. 
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  • Enrique Ponce, de gris perla y oro. Estocada atravesada (silencio). En el cuarto, estocada honda desprendida. Aviso (ovación).
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  • Sebastián Castella, de malva y oro. Tres pinchazos y media estocada muy trasera y tendida. Aviso (saludos). En el quinto, media estocada pasada y tendida (silencio). 
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  • José Garrido, de azul pálido y plata. Estocada delantera rinconerilla (saludos). En el sexto, estocada delantera y caída (petición y vuelta al ruedo).

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