jueves, 27 de agosto de 2015

Vuelve la pasión a Bilbao con dos maestros

El miércoles, la gente salió de la Plaza indignada: no hubo toros, no pasó nada. Esta tarde, ha habido toros y toreros: hemos disfrutado, ha vuelto la pasión a Vista Alegre. Las reses de Garcigrande resultan manejables. El Juli corta dos orejas (que debieron ser tres); Ponce, una (que debió ser dos). Perera pierde trofeos con la espada.

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Enrique Ponce
 
Ponce muestra sus dos caras. En el primero, dibuja preciosos derechazos, un pase de pecho que parece infinito. Por la izquierda, el toro va desigual. Vuelve a la derecha, en muletazos plenos de armonía, con un remate sensacional. La tanda final es de antología. Con el toro rajado, en tablas, traza las poncinas. Se vuelca en la estocada, una pizca desprendida: oreja. ¿Por qué no le dan dos? Da igual: parece difícil torear mejor. Al cuarto, bien armado, lo sujeta, rodilla en tierra. El toro protesta, es incierto, en banderillas. Se ocupa de la lidia y brinda al público su último toro de la Feria: lo ahorma, aguanta parones, lo engancha con maestría, sin dejar que se vaya. Esta vez ha sido el Ponce «domador de toros», como se decía de Domingo Ortega. Una faena de mucho mérito y valor seco. ¡Y algunos se impacientan! Hay que saber valorar la lidia, no sólo las faenas brillantes.

Vuelve la pasión a Bilbao con dos maestros Con su hierro favorito, El Juli logra una de sus mejores tardes de la temporada. El segundo, colorado, se mueve, alegre; flojea, sale suelto. Comienza en el centro, con pases cambiados; manda mucho, forzando la figura, con más firme decisión que estética. El arrimón final calienta al público. Entrando de muy largo, con salto, estocada desprendida: oreja. No se entrega el quinto en los primeros tercios pero Julián se dobla y el toro rompe a embestir. La faena es rotunda, completa: arrastra la muleta, manda mucho. Pocas veces habrá logrado una labor tan redonda. Al final, el arrimón levanta un clamor. Suena el aviso antes de entrar a matar. Estocada trasera de efectos rápidos: oreja y gran bronca al presidente. ¿Por qué no le ha dado la segunda? Todavía no lo sé.

Brindis a Inma Sequí

El tercero sale suelto, hace hilo, sin fijeza, flaquea pero se mueve. Me cuentan que Perera brinda a Inma Sequí, la candidata de Vox Cuenca y taurina, bárbaramente agredida. El diestro está muy firme, lo mete en el canasto, aunque es soso y transmite poco. Concluye con gran estocada. En el último, se luce Joselito Gutiérrez, en banderillas. Comienza de rodillas, en el centro; conduce con templanza las nobles pero sosas embestidas, alarga, liga naturales clásicos. Al final, clavadas las plantas, demuestra que él también domina el arrimón. Pierde el trofeo porque mata mal.

Equivocaciones del presidente

No me gusta que la crónica de una corrida de toros se centre en el presidente (ni la de un partido, en el árbitro). Eso supone darle un protagonismo que no debe tener. Pero no se debe callar que este presidente, que ha hecho mucho por la categoría de esta Plaza, ha tomado ahora decisiones verdaderamente sorprendentes. Sigo sin entender su blandura, el día anterior, al no echar para atrás varios toros; ni su presunta severidad, esta tarde, al negarle la segunda oreja del quinto toro al Juli. Sin ninguna demagogia, me parecen graves equivocaciones.

Pero lo que importa, en definitiva, es otra cosa: ha vuelto la sana pasión a esta Plaza. El público sale de ella encantado con lo que ha visto: dos maestros nos han emocionado, cada uno en su estilo. 

Dentro de poco tiempo, no recordaré yo si las orejas que cortó El Juli, esa tarde, fueron una, dos o tres, pero no se me olvidará que alcanzó una de sus cotas más altas. También recordaré que Enrique Ponce estuvo magistral, en sus dos versiones, la de la armonía y la del «domador de toros». Ésa es la belleza única del arte de torear.

Postdata. En la excelente revista anual «Clarín Taurino», leo a Paco Camino: «Si el torero quiere dedicarse a esto, debe intentar estar bien siempre, tenga delante el toro que tenga. La inteligencia y la capacidad están para eso, para no tener que esperar a que salga el toro perfecto». Ya no es un «niño» pero sigue siendo «sabio». El buen torero debe demostrarlo con todos los toros... que sean toros; es decir, que tengan fuerza y casta. Sin eso, todo se hunde.

Ficha de la corrida

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