jueves, 28 de enero de 2016

JUAN BAUTISTA Y CASTAÑEDA A HOMBROS EN SAN CRISTÓBAL

Primera corrida de la Feria de San Sebastián 


Un palco presidencial  a la deriva
El diestro francés Jalabert y el tachirense Castañeda se han trabajado una Puerta Grande baratas, ante la deriva de un palco presidencial el cual ha demostrado un grado superlativo de ignorancia taurina.

RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Fotos Germán D' Jesús Cerrada
SAN CRISTÓBAL (Enviado Especial).-
Por Pueblo Nuevo se pasearon tres toreros y se lidiaron seis toros. Y pregúnteme usted amable lector, si hemos visto algo de destacar la tarde de ayer en el marco de la primera corrida de la Feria de San Sebastián. 

 Un palco presidencial con la excesiva generosidad de quien desconoce la trascendencia de un ruedo como el de Pueblo Nuevo, fue lo que fuimos testigos, lo que hace mucho más daño que los ataques animalistas de los antitaurinos.
Confirmamos que los peores enemigos de la fiesta brava no son aquellos que salen enarbolando las banderas del antitaurinismo. Viendo el proceder del Dr. José Neira Celis para que comentar demás. Veamos. 

Juan Bautista Jalabert abrió plaza, ante las nobles y endebles condiciones del ejemplar, el cual supo dosificar fuerzas, en especial por la mano diestra, pulseándole en series cortas, templándole para así alargar el "carbón" de sus embestidas. El certero espadazo, ligeramente desprendido, dio pie a la concesión de la primera oreja en su haber. 

Ante el cuarto de la jornada, nuevamente hemos observado un Jalabert pulcro, de exquisitas maneras, que en su largo bagaje supo entender las condiciones del noblote animal de Campolargo, sacándole partido en los terrenos que marcó tendencia, como fueron los bajos de sol. Variado repertorio muletero, que tuvo, nuevamente en la mano diestra algunos de los momentos de mayor trascendencia, sin llegar a lo excelso. Se fue tras la espada, nuevamente dejando un espadazo, una pizca desprendida, contundente, tumbando sin puntilla a la res. El singular Usía en su afán protagónico asomaría el primer pañuelo blanco sin aun haberse sido finiquitado el toro, lo que generó que la pañolada incrementara, viéndose obligado asomar el segundo, cuando la faena no lo merecía. Vaya este personajillo de marras, quien antes, durante y después de esta feria se ha hecho protagonista con su errático proceder. 



Escribano se presentaba en el ruedo de Pueblo Nuevo, y lo ha hecho ante un astado de limitadas condiciones, remolonas embestidas, ayuno de emoción, la que el propio torero tuvo que colocar desde el tercio de rehiletes que se prodigó, variado en su ejecución, en especial el cerrado par en tablas con la que remató intervención. Con la muleta, voluntad y decisión del espada sevillano, quien no permitió mayores florituras tras su rajada condiciones y escaso recorrido. Al segundo viaje con el acero, finiquitó labor. 

Nuevamente las banderillas fueron el fuerte de Escribano ante el quinto, animal de mayor alegría en sus embestidas, aliviando por alto el animal, ante su escasa fortaleza, además de su vergonzosa cornamenta, producto del exceso de "serrucho" en los corrales. Faena de enorme voluntad nuevamente, pero de escaso eco para el tendido, musicalizada bochornosamente por un palco más proclive a pachanga de pueblo que otra cosa como se espera de una plaza de toros de primera categoría. El espadazo, ligeramente desprendido, dio pie a la concesión de un vergonzoso apéndice auricular. Vaya criterio del Sr. Neira Celis. Que dios nos agarre confesados para lo que nos espera de feria con este señor. 

 El tercero del cartel fue el tachirense Fabio Castañeda, el cual ante el cobijo de sus paisanos, precisamente ante uno de los toros de menos posibilidades del lote enviado por Don Juan Campolargo. Tras el mínimo castigo en varas (como para tomar una muestra hematológica), el mencionado burel se apencaría en tablas, donde Castañeda con maneras pulcras, un poco frías, intentó sacar partido. Poco más pudo hacer siendo silenciado tras agradecérsele su brevedad. 

Deseos de agradar, viéndose que se iba de vacío salió ante el que cerró plaza Castañeda, animal el cual adornaría con floritura en banderillas. Luego, rodillas en los medios, inició faena, ofreciéndole distancia, temple y terrenos, hasta que el astado, como el resto de sus hermanos de camada, buscó tablas. Porfía para un Castañeda que hizo todo más de lo que se podía. La heterodoxa forma de entrar a matar, sin muleta, dejando un espadazo trasero y desprendido fulminante, para la concesión de las dos orejas, en tarde donde lo acontecido era una tómbola, en el proceder de quien ejerce autoridad en la plaza. Una verdadera pena, por la feria y por la seriedad del espectáculo.

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