lunes, 29 de febrero de 2016

La Fiesta brava es a muerte, esa es su esencia.


Acacio Sandia Scheuren
@ajsandia

El indulto a un toro de lidia en el ruedo es un premio que se puede otorgar en el arte taurino a un animal de genotipo y fenotipo excepcionales, que se entiende puede servir a su propietario para perpetuar estas características maravillosas en su descendencia y por tanto es un reconocimiento al esfuerzo y dedicación del ganadero por proveer a las ferias taurinas de magníficos ejemplares, que sirven de materia prima al artista, en este caso el torero, para plasmar en el ruedo esa obra de arte efímera y maravillosa que es una faena limpia, pulcra, templada, armoniosa y elegante. Cuando la calidad del burel es superior al promedio, la obra de arte resulta exquisita, sublime.
Aunque no todo depende del animal, el torero tiene un gran peso a la hora de interpretar las condiciones de su oponente, hay toros que en las manos equivocadas, pasan sin pena ni gloria al desolladero, pero que en manos de un maestro puede alcanzar la gloria en los anales de la tauromaquia, también los hay que por su casta y bravura desbordan a su matador y lo dejan desnudo ante al público y en muchos casos estos toros extraordinarios pasan al olvido al no ser aprovechados a plenitud.
El premio del indulto entonces, no es un premio al animal en sí mismo, es un premio a su raza, belleza, bravura, nobleza, pero por encima de todo, es un premio a su dueño que con esmero, seleccionando los cruces y cuidados adecuados, presenta en la plaza un producto de altísima calidad, una piedra en bruto que puede ser esculpida por el artista.
Para que un toro de lidia sea merecedor del indulto, debe ser un ejemplar sobresaliente en todos los tercios, y cumplir a cabalidad en tres características fundamentales: Nobleza, bravura y trapío. El toro de indulto debería ser un toro extraordinariamente bien presentado, tomar la capa con bravura y recorrido, dar una fuerte pelea a los caballos durante la pica, recibir castigo en varas y a pesar de éste, seguir empujando con mayor fuerza, embestir con codicia y alegría a los banderilleros, ser noble y bravo en la muleta por ambos pitones, tener transmisión, recorrido, emoción, fijeza, no rehuir nunca la pelea en todos los terrenos del ruedo; en fin, debe ser un ejemplar fuera de serie, un verdadero súper dotado.
Lamentablemente, en la América taurina y especialmente en Venezuela, el indulto se ha convertido en un acto banal que busca complacer públicos cada día menos enterados de estos detalles fundamentales y complacer precisamente a quienes atacan la fiesta brava. Existe la equivocada creencia que el indulto es un premio al torero y un acto de misericordia al animal pero en definitiva resulta ser una vía fácil para el triunfo al prescindir del difícil arte de matar al toro.
La muerte del toro bravo es el origen y la razón de la lidia, toda la puesta en escena, dividida en tres tercios o actos: Pica, banderillas y faena de muleta tienen como principal objetivo preparar al animal para la Suerte Suprema, el acto mediante el cual el torero se consagra como Matador de Toros. De hecho el tercer acto no es la faena, es el tercio de muerte.
La suerte suprema es el momento cumbre de una corrida, donde el Matador ofrece su vida en un duelo mortal frente a su enemigo, es con la espada que se alcanzan las glorias mayores, es con la espada que se hace un torero “Matador de Toros” es por el estoque que algunos matadores son reconocidos como Maestros.
Suprimir alegremente la suerte suprema, es un ataque directo al corazón de la fiesta y es un  recado a los ganaderos de que los toros que nos gusta ver en los ruedos, son precisamente esos que indultamos, toros terciados, justos de fuerza, que no soportan más de media vara, nobles pero sin codicia ni bravura. Toros que en definitiva no contribuyen a mejorar nuestro ganado bravo.
En Mérida debimos esperar más de 20 años para que saliera por la puerta de toriles el bravo “Gavioto” primer toro indultado en la Román Eduardo Sandia, en los últimos tiempos no son menos de cuatro los indultos por feria, casi uno por tarde y no porque antaño adoleciéramos de excelentes ejemplares sino porque nuestro nivel de exigencia era mucho mayor, actualmente el indulto se ha convertido en la norma y no en la excepción y eso es muy perjudicial para la fiesta brava porque menoscaba los cimientos de la misma y pone al animal por encima del hombre, tal como pretenden hacernos ver los animalistas.
No se trata de menospreciar al animal, se trata de dar a las cosas su justo valor. Los taurinos somos quienes más admiramos y protegemos al toro bravo, gracias a esta hermosa fiesta el toro de lidia existe, es uno de los seres del reino animal más venerado, consentido y protegido en el campo, llega a las plazas en su madurez a cumplir con sus instintos y su rol protagonista a exprimir su fiereza en contra de lo que se atraviese en su camino, a matar o morir.
Esa es la grandeza del toro bravo, no es para leche ni para carne, es para lidiar y morir en el ruedo. No permitamos que los animalistas nos convenzan que los toros de lidia son unas criaturas inocentes que deben extinguirse en el campo sin oportunidad de mostrarnos sus condiciones, no sigamos su juego al indultar cada vez más animalitos que poco o nada aportaran a la cabaña brava nacional, luchemos por el regreso del toro de verdad, pidamos a nuestros ganaderos trapío, presencia, fuerza, bravura y no nos conformemos solo con la nobleza y el recorrido. Recordemos que a los ganaderos les podemos honrar a sus pupilos con el aplauso, el arrastre lento o la vuelta al ruedo y no solo con el indulto, no enviemos mensajes equivocados indultando lo que no queremos seguir viendo en el ruedo.
Este año, a pesar del rotundo éxito y la maestría que nos trajo Don Enrique Ponce, las fotos que dieron la vuelta al mundo fueron otras, tal vez con muy mala intención y divulgadas por personas que ni siquiera estuvieron presentes en la plaza, pero como una imagen vale más que mil palabras, esos tristes animalejos retratados enlodaron una feria de mucho valor y sentimiento taurino. Esos son los toros que no podemos permitir por muy  nobles que sean, si queremos que la nuestra siga siendo una plaza de primera y una feria importante, aunque consientes de las dificultades de los ganaderos hoy día, debemos ser más exigentes, rechazar lo impresentable y dejar de indultar por indultar.

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