martes, 15 de marzo de 2016

TEMPORADA 2016 Ganaderías Garcigrande: "La bravura es la sensación de no sentirte podido nunca"


El ganadero Justo Hernández reflexiona sobre la actualidad del mundo del toro, el campo bravo, su concepto y su trabajo antes de ser el eje de uno de los duelos del año, el el mano a mano entre El Juli y Alberto López Simón el próximo viernes 18 de marzo en las Fallas de Valencia.
Hasta las 21 corridas de toros que lidiará Justo Hernández y familia en las plazas de España y Francia, pero no en Madrid.
"El de Juli y el de Garcigrande son caminos distintos. Él busca ser el mejor torero de no sé qué épocas, pero ser el mejor, y yo sólo intento sobrevivir. En los últimos años Juli ha matado muchas corridas nuestras y los resultados le van dando la razón en que acierta".

Tiene miedo. No se juega la vida, el físico, como sí lo hacen los toreros pero tiene todos los demás miedos propios de los de luces. Tiene miedo a que no salgan las cosas, a que el toro, su toro, no responda a la expectación y a las expectativas "a ser el culpable de que alguien, tal vez de por vida, no vuelva a una plaza de toros por desilusión". Así lo dice y lo sufre el ganadero Justo Hernández, representante de las ganaderías reseñadas para el duelo fallero del próximo 18 de marzo, uno de los carteles estrella de la feria, Juli vs. López Simón y los hierros de Domingo Hernández y Garcigrande.

El miedo. Siempre el miedo ronda en las tardes de toros. Llega un buen racimo de toreros jóvenes que aprietan a los que ya estaban en candelero. La prueba, esa forma de entregarse de Talavante a un fiero toro de Garcigrande en Olivenza, "esa forma de cruzar las rayas que marcan la lógica es propia de quien ya debe ser un mandón en esto, de quien quiere ser el mejor en el toreo, y estuvo a un nivel infinitamente mayor de lo que dio el toro en medio del drama".Ese toro, fiero, sin humillar, difícil, inaccesible para el común de los mortales, pareja de baile y coqueteo para Talavante, no le gustó a Justo y, sin embargo, será de difícil olvido para el público. "Porque es la entrega del torero la que lo hace inolvidable", sentencia.

Esa entrega, esos límites que rebasan los toreros de hoy, que torean como si el miedo no existiese, como si despreciasen la vida. Y ahí Justo salta como un resorte: "los toreros valoran muchísimo la vida, no la desprecian. Ahí radica el valor de los toreros, en superar su amor a la vida y ser capaz de jugársela". Ahora hay unos pocos toreros con esa determinación. En este momento de tantos ataques al toreo, de crisis económica, de crisis social, de crisis de identidad social "estos toreros vienen muy bien; a ver si cuajan".

La industria del toreo, los que programan el toreo, también tiene la responsabilidad de saber aprovechar esa ola de valor y determinación que muchos matadores ponen sobre el ruedo. Justo Hernández duda que exista esa industria "porque el toreo lo mueven desde hace un siglo los toreros, este arte se mueve por el entusiasmo que los toreros son capaces de despertar en el público". Eso diferencia a la Tauromaquia de otras artes escénicas como la música, que está hecha por músicos pero tiene una industria detrás de los escenarios que la organiza, la mueve y la hace trascender a la sociedad. "Yo no entiendo de música, no sé cómo funciona, pero sí sé que el toreo depende exclusivamente del entusiasmo que provocan los toreros y son ellos mismos, los toreros, los únicos promotores para despertar ese entusiasmo".
Justo ha dejado a un lado el café, está a lo que está, a la conversación. Y la conversación deriva hacia la actualidad y a los ataques que recibe el toreo, a la debilidad de un sector sin estructura y que este invierno ha fraguado la Fundación Toro de Lidia, ese ente que pretende "proteger el mundo del toro y fomentar la Tauromaquia". El ganadero está "totalmente a favor" y ha apostado por ella "entre otras cosas porque todos estábamos reclamando algo así y hay que esperar a que coja cuerpo, músculo y que dé sus frutos", espeta. Todo el mundo pedía unión para defender y promocionar la Tauromaquia pero no todo el mundo taurino se ha subido al barco de la Fundación "pero lo harán, todo el mundo se unirá, estamos empezando con la Fundación y en cuanto demuestre que funciona, se irán sumando", vaticina.

La Fundación Toro de Lidia. Toro bravo. La bravura, esa palabra, ese término que para este hombre de Fuenlabrada (Madrid) que vive en Salamanca "es una utopía. Un toro es imposible que llegue a cumplir ese nivel de la palabra, la bravura. Mucha veces se utiliza la bravura a la ligera, incluso muchos usan ese término para tapar propios fracasos. Yo no me siento serio, no me siento sensato utilizando esa palabra, la bravura". Un ganadero que no quiere traficar con "la bravura, ese sueño, ese ideal del toro". Ahí entra Justo Hernández a comparar al toro con el ser humano"porque la bravura es la sensación de no sentirte podido nunca, no dudar en ningún momento de ti y creo que el toro hay veces que se siente a gusto siendo bravo pero en otros momentos duda. Por eso todos los toros son bravos hasta que dejan de serlo".

Es así como desde los hierros de Domingo Hernández y Garcigrande toda una familia adora al toro de lidia. Desde Domingo, el padre, a Concha Escolar, la madre, como Justo, su hermana Conchita y los hijos de ambos. Una familia que lleva en esto toda la vida y más en serio desde 1985. Toda la vida con esa utopía de la bravura a cuestas, y más de un lustro de éxitos casi ininterrumpidos. Después de comprar un desecho a Juan Pedro Domecq y lo que quedaba de Domingo Ortega-Amelia Pérez Tabernero, Justo, a eso de sus 23 años, se pone con la ganadería, porque ninguna otra faceta de la vida le parecía para él, ni las Ciencias Políticas que estudió, ni la construcción ni los negocios familiares. El toro y el toreo. Desde entonces busca el toro para lidia, para el toreo, para que el torero se pueda sentir, pueda expresarse y emocionar a los públicos.

Uno de los que los toreros que lo consigue a menudo es Julián López El Juli; un binomio el de Juli y Garcigrande que parece caminar de la mano. "El de Juli y el de Garcigrande son caminos distintos. Él busca ser el mejor torero de no sé qué épocas, pero ser el mejor, y yo sólo intento sobrevivir. En los últimos años Juli ha matado muchas corridas nuestras y los resultados le van dando la razón en que acierta. Pero yo no puedo hacer un toro para nadie, porque no me da tiempo, el toro lo haces y al cabo de cinco años empiezas a ver los resultados y yo no sé quién será la figura, aunque es posible que sea él. Es imposible saber qué tipo de toro reclamará la figura que esté dentro de unos años". Así deriva él solo la conversación, sin apuntarle al futuro, sin preguntarle. Y vuelve la zozobra de las plazas, los miedos, el inminente de Valencia para ese esperado mano a mano Juli vs Simón. Luego Arles, Sevilla, Aranjuez, Nîmes, Bayona, Toledo, Beziers, Málaga, Salamanca, Albacete, Bilbao... Hasta las 21 corridas de toros que lidiará Justo Hernández y familia en las plazas de España y Francia, pero no en Madrid.

La plaza de Las Ventas no está en la agenda de Domingo Hernández ni de Garcigrande en los últimos años. Y tiene un porqué. Justo siente que su toro "ha sido muy respetado por el público de Madrid, en el ruedo de Madrid, porque ha habido toros con los que han triunfado los toreros y tan solo uno fue devuelto a corrales. Pero antes de que el toro salga al ruedo ha tenido demasiados problemas y se ha jugado con mi toro hasta dañar el prestigio de la ganadería y prefiero que eso no ocurra. Soy defensor del público de Madrid, de sus aficionados y le agradezco que me hayan respetado pero no me veo con fuerza para poder llegar hasta ellos, no me dejan esa oportunidad", argumenta.

Sin embargo en su calendario siempre está Bilbao, plaza de máxima exigencia donde hace año y medio le pidieron el indulto a Hechicero. Y es que Justo encuentra grandes diferencias entre Madrid y Bilbao porque "Bilbao se organiza más ajustado al modelo francés, un modelo que defiendo, en el que todos los integrantes de la corrida (empresa, autoridad y ganaderos) vamos de la mano con el mismo deseo y las mismas expectativas".

Justo Hernández vuelve a Valencia, la que toca, la siguiente. "Lo demás queda muy lejos" y ahora ese miedo le hace conformarse "con muy poco, pues antes de la corrida el nivel está tan bajo que sólo te conformas con que no sea un gran fracaso, con eso te es suficiente". Luego, después de la corrida, "nunca estás satisfecho, pero antes de la corrida el nivel siempre, siempre, está en el suelo". El sube y baja de Justo Hernández, esa montaña rusa, ese ir y venir, esa mansedumbre con momentos de bravura y esa bravura que termina por ser mansedumbre. La bravura, el ideal del toro de lidia, que es una utopía.

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