jueves, 26 de mayo de 2016

San Isidro como termómetro de la final


Sergio Ramos, en el callejón de Las Ventas, durante una corrida reciente. J.P. Gandul EFE
 
ZABALA DE LA SERNA

La relación de dos mundos no tan opuestos como toros y fútbol es larga y fructífera en el tiempo. O en la noche de los tiempos. Madrid la nuit propiciaba encuentros y amistades de unos profesionales siempre necesitados de evadirse de la tensión y la exigencia de las plazas y los campos. Y no digo yo que ahora vengan por ahí los lazos que unen a toreros y futbolistas, sino del espíritu de lucha y superación. Gentes que se cuidan y preparan mucho (más que antes). O sea, que ya no se dan tipos como Luis Aragonés o Juanito sino Gabis y Modrics.

Ante la nueva aspiración a una Copa de Europa (la Champions) después de Lisboa, la prole atlética de la torería anda revolucionada. Parecen muchos más los matadores colchoneros que los merengues: José Tomás, El Juli, Miguel Abellán, López Simón, Gonzalo Caballero, Perera de nuevo cuño. Los madridistas se muestran menos pero más centrados a tenor de su paso por este San Isidro de 2016: Alejandro Talavante ha cuajado una feria categórica más allá de las orejas en tres tardes con una dimensión inabarcable, Enrique Ponce -sí, maestro, dejemos ya la bandera del valencianismo por compromiso natural- ha explicado el porqué de su magisterio durante 27 años en la cumbre con dos torazos monumentales; David Mora ha resucitado con empaque -y un toro de ensueño de los atléticos Lozano, eso sí- por la Puerta Grande; y Roca Rey, que debe de ser del Madrid por su apellido Real, se ha confirmado como la figura del futuro con otra salida a hombros y la carita de asco que le ha puesto un amplio sector de Las Ventas.

¡Ay, Las Ventas como el Bernabéu moderno! Si la porra de la final de Milán dependiera no de cuántos son sino de cómo están los toreros del Atleti y del Madrí, y del termómetro de San Isidro, el resultado se antoja de goleada.

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