lunes, 19 de septiembre de 2016

Imponente faena de El Juli


La tarde en La Ribera llevó la firma de El Juli, que cuajó una faena radiante, profunda y temperamental. De las que marcan diferencias y distinguen a una figura del toreo. La responsabilidad de sacar partido a un toro de El Vellosino que tuvo metraje y duró por el compromiso de el madrileño, que le dio todas las ventajas y se rompió con él en una faena con galones. Autoridad. Profundidad de El Juli que toreó por abajo con suprema calidad. Cambios de mano, remates y gobierno sin paliativos. Gran faena de El Juli. Acertó a marcar los tiempos, a no dejarle ir al toro ni una vez a su querencia y a reducirle la velocidad de su embestida con la precisión de los magos del toreo. A cámara lenta El Juli. Difícil torear más despacio, más encajado y más de verdad. Respondió el toro como únicamente El Juli creyó que lo iba hacer. El broche final fue una estocada hasta los gavilanes. Las dos orejas cayeron sin remisión. Grande El Juli en Logroño.

Llegaba Diego Urdiales a su tierra, año en el que es base de los carteles de San Mateo. No quiso desperdiciar ninguna bala el de Arnedo que entendió bien a su primero y le cortó una oreja. No tuvo fuelle el toro aunque calidad derrochó. La falta de raza no le dejó potenciarla. Urdiales toreó con guapeza a la verónica, con gusto y ritmo. El trasteo muteril fue limpio y ambicioso. La calidad del vellosino la aprovechó el riojano para dibujar bellos remates a falta de poder ligar tandas cosidas por la escasa continuidad en la embestida. Metido Urdiales sacó registros y fondo de armario para resolver y puntuar en el primero de los cinco toros que estoqueará en el abono. Con el último quiso Urdiales redondear su tarde y con ahínco buscó sumar algún trofeo. Ni un pero a la forma de encarar todo cuanto realizó frente a este toro que sacó genio y que nunca pretendió otra cosa que no fuese atrapar los engaños con violencia. Cuando perdió poder tampoco contribuyó por querer rajarse. A pesar de todo, el riojano se empleó por sacar partido del toro. Firme y decidido le buscó las vueltas e instrumentó algún muletazo de buena factura, pero no pudo meter en vereda a tan brusco oponente. Y la espada tampoco la tuvo atinada en este turno.

Los toros que lidió El Vellosino fueron un muestrario de ganadería carente de raza. El Juli salvó los honores de la divisa porque de no haber apostado como lo hizo frente al quinto, la corrida hubiese sido aún peor.

Morante hizo que hacia con el primero que fue un toro de poca raza pero con nobleza. Ausente y sin fibra alguna el sevillano dio una pésima imagen. Desangelado y frío como un tempano aguantó los pitos del publico tras despenar al animal de una media estocada defectuosa. Y más de lo mismo frente al cuarto. Morante ni estaba ni se le esperaba. Con un toro brusco, que tuvo genio y poco celo, el sevillano volvió a tirar líneas. Cierto que no había opción. Cierto que sus dos oponentes no le abrieron rendija alguna a la creatividad. Pero no es menos cierto que la desgana, la actitud, esa manera displicente de comportarse enerva a quien acude a un tendido con la sana intención de ver algún retazo de ese torero genial del que se habla. Ése. Ése genio no aparece.

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