lunes, 22 de mayo de 2017

El presidente roba el trofeo al arrojo del novillero



Jesús Colombo se presenta en Madrid, deja buena impresión y da una vuelta al ruedo


Jesús Colombo, en las Ventas
R. Mondelo



Patricia Navarro,  @PatriciNavarro Madrid.
 Las Ventas. Undécima de San Isidro. Se lidiaron toros de El Montecillo, más terciados de presentación. El 1º, noble y manejable; el 2º, movilidad, desigual de ritmo, basto y sin entrega; el 3º, descastado; el 4º, encastado pero falto de codicia y a menos; el 5º, de buen condición por el derecho e imposible por el izquierdo; y el 6º, complicado y muy mirón. Más de tres cuartos: 18.162 espectadores.
 
Jesús E. Colombo, de grana y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada, aviso (vuelta al ruedo)
Pablo Aguado, de verde botella y oro, estocada defectuosa, estocada, aviso (silencio); buena estocada (saludos).

Rafael Serna, de fucsia y oro, estocada (silencio); estocada trasera, cuatro descabellos (silencio).

Hizo el paseíllo sin la montera puesta. Era su primera vez. Su presentación en la plaza de Madrid.

Pero no se le notó en su puesta en escena. En la seguridad. El venezolano Jesús Colombo llegó a Las Ventas como lo hacían antes los toreros, con el rodaje hecho. Y se le vislumbró desde el principio por cómo manejó los terrenos durante el tercio de banderillas que él mismo protagonizó con solvencia y después. Fue en su manera de estar en la plaza donde se vieron el aplomo, la solvencia y la capacidad de llegar ese puntito más. El novillo de El Montecillo tuvo nobleza y se dejó hacer. Lo aprovechó el novillero y cuando bajó revoluciones el animal, aprovechó las cercanías, pulseó la embestida e intentó alargarla. En la estocada se tiró de veras. Pinchó y a la segunda fue la vencida. Torerísimo fue el saludo de capa al cuarto, y con chispazo en los remates con las manos muy bajas. Se jugó los muslos, el pecho y las ideas en banderillas con este novillo que arreó una barbaridad. La expectación era máxima cuando comenzaba la faena de muleta, rodilla en tierra. Aquello era un huracán, y un punto por dentro en la embestida. Se presentía algo bueno. Por la derecha fluyó pero duró poco.

Apenas en una tanda morían las emociones, al unísono de la comunión, el toro que tenía raza le faltaba ese punto de repetición, de codicia, y al torero dejarle de veras la muleta en el hocico. De ahí que la faena comenzó a naufragar, sobre todo cuando se echó la muleta a la izquierda, por donde el novillo desarrolló más dificultades. Abrumadoras fueron las bernardinas y la manera de volcarse en la estocada, de donde salió arrollado. Se le pidió la oreja. Fue rácano el presidente con un chaval que acababa de llegar y lo había entregado todo, a pesar de que no alcanzó la rotundidad, hubo verdad en todo momento. Le obligaron a dar la vuelta al ruedo.

Pablo Aguado está en su última temporada como novillero. En Sevilla, por San Miguel y como Rafa Serna, se convertirá en matador de toros. Su primer antagonista, que era el segundo de la tarde, no se lo puso fácil. Se movió el de El Montecillo y apretó en el caballo, pero lo hizo siempre desigual de ritmo, pegajoso y sin acabar de definirse en la muleta. La faena de Aguado no logró nunca tener una estructura fija, solventó el defecto inicial del toro que se venía por dentro y anduvo voluntarioso después, aunque lo mejor fueron los muletazos a dos manos que prepararon al animal para el desenlace. Se gustó con la capa en el quinto, sobre todo cuando lo llevó galleando al caballo y esperamos mucho de la faena. Aunque lo primero que nos sobrevino, cual impacto, fue una colada brutal por el izquierdo. Era ángel y demonio el de El Montecillo. Clase y nobleza a rabiar tuvo por el derecho y se dio cuenta Aguado en la siguiente tanda. En cambio la faena no alcanzó la armonía deseada y entre los altibajos se le fue la labor, hasta que dejó un estoconazo. Por el izquierdo era un criminal, pero bueno por el derecho.

Esperó mucho en banderillas el tercero y no acabó nunca de emplearse en la muleta. Bajo de raza y sin emoción llegó al engaño de Rafa Serna, que hizo todo con mucha parsimonia e intentado torear siempre con los vuelos de la muleta. El difícil sexto le quita más sitio que dárselo. Se le notó incómodo con el animal.

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