viernes, 16 de junio de 2017

Romance de la Corrida de Beneficencia

El Juli corta la única oreja en un festejo presidido por el Rey y con un decepcionante encierro de Victoriano del Río 


El Juli, muy asentado, se gusta y templa en un despacioso natural 
El Juli, muy asentado, se gusta y templa en un despacioso natural - Fotos: Paloma Aguilar
 
ANDRÉS AMORÓS Madrid

 Concluido San Isidro –de verdad, una gran Feria– en otro fin de semana nuevos festejos nos quedan: esta corrida que llaman la de la Beneficencia, aunque sólo beneficie realmente a la empresa, cuando, como en esta tarde, toda la Plaza se llena. La preside Don Felipe, que muy bienvenido sea. Y aún sería mejor si viniera con la Reina pues, le guste más o menos, ésta es de España la Fiesta: por eso muchos la atacan y hasta prohibirla pretendan. Los tres diestros le han lanzado a Felipe su montera, en el brindis, como muestra de adhesión y de respeto por apoyar nuestra Fiesta.

Los toros de Victoriano son manejables, blandean, tienen las fuerzas muy justas aunque luzcan gran nobleza.
El Juli aguarda la muerte del cuarto toro
El Juli aguarda la muerte del cuarto toro- Paloma Aguilar
Con El Juli, de comienzo, es ya grande la exigencia, como en Madrid pasó siempre con las figuras primeras. Es un gran profesional, nadie discute su entrega ni su ambición; sí, su estética, cuando no carga la suerte porque retrasa la pierna, y su forma de matar, con ese salto que pega. Al primero, un toro bajo, Juli lo cuida, en la brega; cumple solo en el caballo y en banderillas protesta; luego se queda algo corto cuando acude a la muleta y levantan división los pases por la derecha. El trasteo no emociona y la gente se impacienta con la faena anodina. Mata, yéndose muy fuera. Engatillado es el cuarto que más de 600 pesa pero sí se mueve largo. Juli con gusto lancea. Le enseña pronto a embestir, por bajo, rodilla en tierra. Logra buenos muletazos: manda mucho, liga y templa, se mete entre los pitones y la división no cesa, aunque sí existe el peligro, se juega la voltereta cuando provoca arrancadas y se lo pasa muy cerca sin que se altere su gesto ni se le mueva una ceja. Da la estocada con salto pero mata a la primera y, aunque a todos no les guste, consigue cortar la oreja.
Manzanares, a la verónica
Manzanares, a la verónica- Paloma Aguilar
Hace un año, Manzanares cuajó una faena regia delante de Don Juan Carlos; ahora, repetir la hazaña es justo lo que desea para que el Rey Don Felipe disfrute con la belleza de esta Fiesta incomparable, que es, de España, santo y seña. Los naturales al toro «Dalia», ¿quién no los recuerda? Devuelto el flojo segundo, salta el sobrero a la arena. (Ovaciona a Chocolate con fervor la Plaza entera). Con elegancia y empaque, Manzanares lo tantea; traza hermosos derechazos, la muleta vuela lenta, pero el toro es poco toro, va hacia abajo y hacia fuera y, sin cuajar el trasteo, todo se ha quedado a medias. Lancea con finura al quinto que es suave pero flojea: al quite de Talavante, dos veces la arena besa. (Oigo el grito: «¡Viva España!» y la gente lo corea). Cuando el toro se derrumba, la faena se despeña. Aunque se acerca San Juan, de su alicantina tierra, no ha logrado José María que se enciendan las hogueras.
Alejandro Talavante, en un derechazo
Alejandro Talavante, en un derechazo- Paloma Aguilar
Talavante, en San Isidro, hizo una notable apuesta: cuatro tardes, más que nadie, es lo que el diestro torea, incluidos Victorinos, y, en tres, lleva tres orejas. Tiene una gran suavidad al manejar la muleta y de México ha traído muy llamativas sorpresas. Embiste largo el tercero, parece que habrá faena pero pega cabezazos y hacia las tablas mansea. Corta en seco Talavante: ni siquiera se despeina. Todo se ha visto abajo: ¡ay, Dios, qué dolor, qué pena! El ultimo embiste noble pero éste también blandea desde el primer muletazo: una condición muy fea. Brillan muletazos sueltos: casi nada, ¡vaya tela!

Con toros nobles y flojos, todo se ha quedado a medias. No ha tenido suerte el Rey; se agradece su presencia. Yo hubiera querido ver que a algún diestro se lo llevan en volandas, como a un dios, que ha descendido a la tierra para darnos el consuelo, compensando las tristezas al ver a los insensatos que de su tierra reniegan…

¡Qué alegría nos da ver a Don Felipe, en Las Ventas, escuchar «Vivas» a España, sin ninguna reticencia, y comulgar con su pueblo en nuestra española Fiesta!

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