sábado, 3 de marzo de 2018

La inmensa naturalidad de Talavante, a hombros con Perera y Ginés en Olivenza


Se reparten siete orejas en una tarde lluviosa pero de gran ambiente


La terna sale a hombros
La terna sale a hombros
 



Cuando apareció el primero, la comparación fue inevitable con la matinal, pongamos, por ejemplo, en cuestión de pitones. Pelillos a la mar, o al Lago Alqueva, que apuntó mi compañero Sixto.

Miguel Ángel Perera ganó terreno con bellas cordobinas y se ciñó en las chicuelinas, aunque el descastado garcigrande estaba para pocas fiestas. Vale que el ruedo –arreglado para la sesión– no era el ideal, pero cierto es que el animal se sostenía con alfileres. Aun así, brindó y logró imantar y sostener al manso, especialmente en una gran serie. Cortó la primera oreja. Se la jugó con el cuarto, que se venía cruzado por el derecho y no regaló nada por el izquierdo. Faena de exposición, para aficionados, hasta hacerse el amo del redondel, con el rajado animal a sus pies.

Alejandro Talavante desató la locura. Si con el capote ya dijo que lo suyo es otro cantar, con la muleta dibujó pases esplendorosos. Derechazos y naturales tuvieron alma y originalidad, provocadores algunos como la arrucina, como provocadora es su campaña publicitaria firmada por Urmeneta. Y eso que molestaba el viento, pero igual dio: a Talavante le fluye el toreo. Y así sucedió con este enclasado segundo de Garcigrande, que brindó a Justo Hernández en memoria del padre fallecido. Y si diferente fue aquello, su naturalidad se impuso en el buen quinto, con aquilatados zurdazos. Un trío se extendió de Badajoz a Lisboa, con verdadera pureza y sello propio. ¡Qué maravilla! Pocos torean como el hombre de negro, que lo mismo posa con barba que se desnuda al completo frente al toro. Amarró el doble trofeo tras el estoconazo.

Ginés Marín, sustituto de El Juli, se emborrachó de toreo en el estupendo tercero, con hechuras para embestir. Mientras el agua caía, derrochó frescura en series de temple y ligazón, que cautivaron al gentío. El espadazo dio paso a dos orejas. El ambiente triunfalista se frenó en el deslucido sexto, pero Ginés ya se había asegurado la puerta grande, abierta de par en par para la terna.






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