lunes, 12 de marzo de 2018

Román se ríe en serio


Su desparpajo prevalecía sobre su toreo. Y sus ganas, su ímpetu y su ingenua sinceridad sobre un concepto aún en fase embrionaria. Era más lo que se intuía, y quizá también lo que intuía el propio Román, que lo que hasta ahora había concretado. Pero en el segundo festejo de Fallas dio la impresión de que el de El Puig se hizo mayor. La actitud de siempre pero con un por qué. Y el mismo resultado, pero con poso y mensaje: 'Me río, pero voy muy en serio'.




José Miguel Arruego

Su toro, además de determinación, exigió precisión y pericia. Cabeza. Para dejar la muleta muy por delante y para empujar al de Jandilla sin obligarlo. Y como colofón, una estocada en rectitud, sin apartar la vista del morrillo, aún a costa de resultar herido de consideración. La lógica le obliga a interrumpir la feria, su feria, un abono del que era base y en el que, con un solo toro lidiado, es y será uno de sus máximos protagonistas.

De lomo recto, bajo, de poco cuello, el tercero apretó a Román de salida porque no terminó de despegarse de los vuelos y el torero no pudo salir más allá del tercio por el molesto viento que sopló durante todo el festejo. Hizo ruido de estribos en el peto, sin humillar ni se entregarse en ninguna de las dos varas y sorprendió al torero cuando se disponía a brindar. Ahí se vio que Román estaba metido, porque ni se inmutó por el arreón del astado. Al contrario. Improvisó un inicio por alto, a pies juntos, que enseguida conectó con el tendido.


Un poco más allá de las dos rayas le presentó la muleta con la derecha, muy por delante, y ligó una primera serie con intensidad y ajuste. El toro no terminó de humillar, pero el torero se lo hizo todo perfecto, porque no le dejó pensar, enseñándole siempre el trapo muy adelantado, y lo empujó para delante pero dejándolo a su aire, a su altura, sin tratar nunca de poderlo ni obligarlo.

Con la mano zurda los muletazos surgieron largos en la única serie al natural, antes de volver a la derecha para cerrar con la serie más rotunda, la única en la que apretó al animal, pasándoselo muy cerca antes de un postre entre los pitones, mitad por luquecinas mitad por circulares invertidos, antes de volcarse en la estocada, aún a costa de salir herido, como ya quedó apuntado.

La tarde tenía connotaciones sentimentales por el adiós a Padilla, a quien el público trató con cariño y amabilidad. En ese contexto sumó el jerezano una oreja del sexto, que mató por el percance de Román, un premio que vino a reconocer el esfuerzo y la dedicación del torero jerezano para una afición con la que empatizó como pocas. Fue éste el animal de mayor duración de un encierro de Jandilla del que se esperaba más.

Aunque se movió y repitió sin clase el astado de Borja Domecq permitió al jerezano llegar al tendido con resortes y recursos de corte efectista. Metió la mano con habilidad, enterró la espada y el público le pidió una oreja acorde con el cariz afectuoso con el que juzgó su tarde. Por delante despachó un animal al que costó desplazarse y soltó la cara al final del embroque -el primero- que se enlotó con otro que embistió con celo en un explosivo inicio de faena de rodillas, para venirse abajo a la misma velocidad que decayó la faena.

El Fandi, otro de los 'consentidos' de esta plaza, se fue de vacío con un lote de muy escuetas opciones compuesto por un animal pronto y con codicia pero que soltó la cara siempre al final de cada pase y otro cuya endeble condición le instó siempre a defenderse, incluso hasta dar un pitonazo al granadino en las postrimerías de la faena. En ambos el público le agradeció su dedicación.

No hay comentarios: